martes, 2 de junio de 2015

Al trullo por coherencia.

La Audiencia Nacional de mi atribulado país ha dejado en libertad a tres elementos de los Grupos Anarquistas Coordinados, por falta de motivación suficiente del juez instructor, atendiendo al recurso de los detenidos.

Uno esperaría que el desprecio de unos anarquistas de pro hacia el aparato represivo del Estado les habría de llevar a la insumisión ante las decisiones de los jueces y a llevar la contraria permaneciendo en la cárcel, okupando sus celdas.

Pero va a ser que no.

No es horror, es cabreo

Carlos Floriano, al parecer vicesecretario de organización del PP (partido en el gobierno, por ahora, de mi atribulado país), ha dicho que tuvimos que "presenciar con horror todos los españoles" la pitada al himno nacional en la final de la pasada Copa del Rey de fútbol.

La verdad es que yo no la presencié, porque sabiendo lo que iba a pasar, aproveché para cenar tranquilamente antes de incorporarme al televisor con más de un cuarto de hora de partido jugado. Pero es que, más que la pitada lo que me cabrea (no horroriza, ¡cabrea!), es la cobardía (en tiempos más felices se le llamaba traición y se penaba con el fusilamiento) de los que teniendo autoridad consienten que esto pase.

Que salga Floriano ahora, a toro pasado, diciendo que van a promover "cambios legislativos", aunque no saben "cuál es la fórmula", después de años de estar en el poder y de años de pitadas al himno, es para correrlo a boinazos.

Se me ocurren muchas maneras para evitar estas cosas en el futuro. Empapelar a la federación de fútbol si no toma medidas como, por ejemplo, descalificar a los equipos cuyas aficiones no saben comportarse. El gobierno siempre puede decir que no autoriza que se celebre el partido por motivos de seguridad, que no pone sus medios al servicio del evento, multar a la federación hasta dejarla a pan y agua, dejar de mirar a otro lado con las deudas y enjuagues de los clubes...

Otra posibilidad es hacer que suene el himno nacional hasta que los pitantes se cansen y, una vez escuchado en silencio, empezar el partido. Así aprendimos el Himno de Infantería en Sant Climent de Sescebes, formados de paseo rebasando la hora de salir un viernes, cantando una y otra vez, hasta que al mando de turno le pareció que lo hacíamos como mandan los reglamentos. ¡Vaya si lo aprendimos!