La Consejera de Educación de la Junta de Andalucía ha descubierto que en los centros de enseñanza mixta no se cumple con el reparto igualitario del espacio socio-recreativo; se conoce que los chicos echan a rodar el balón y las chicas quedan arrinconadas en una exigua parcela del patio. Para remediarlo, la Consejera va a disponer que se instituya la figura de un encargado de velar por una distribución equitativa del suelo dedicado al solaz de la chiquillería, se supone que en relación proporcional al número de alumnos/as presentes, aunque este extremo no está aún concretado, como tampoco el régimen sancionador para el caso de reiterado incumplimiento, que podría seguir el sistema de "patio por puntos".
La cosa no queda aquí, pues la Consejera ha ideado una batería de propuestas para diferenciar entre niños y niñas en el momento de analizar determinados parámetros pedagógicos, tales como la evaluación de conocimientos y otros centrales de este servicio.
En mi ingenuidad, pensaba que la virtud de la escuela mixta residía en la socialización, es decir, en la no-diferenciación entre chicos y chicas. Porque para la otro, para el reparto igualitario y la especificacación por sexos de las constantes educativas, ya está la educación diferenciada.
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