En el Senado de mi atribulado país han comenzado a tener sesiones con traducción simultánea a las distintas "lenguas del Estado" (o debería decir del "estado")". Por lo visto, cada sesión cuesta al sufrido contribuyente -o sea, a mí, entre otros- 12.000 € del ala, como si aquí, con cinco millones de parados estuviéramos como para seguir tirando con pólvora del Rey (o debería decir del "rey"…).
Como imagino que sugerir la idea de que todos los senadores saben perfectamente castellano y pueden entenderse a las mil maravillas en esa lengua, como han hecho hasta ahora, es poco menos que franquista, se me ocurre plantear a nuestros patricios que aprendan idiomas –catalán, vasco, gallego y, de paso, castellano, que alguno lo sabe muy justito-, y así nos ahorramos una pasta, además de unos cuantos enchufados más entre los amiguetes de las ikastolas, las galescolas y las ciuscolas, dicho sea de paso.
Otra posibilidad es que al que no se le entienda no se le vote y punto.
También podríamos suprimir el Senado, que no sirve para nada, y el ahorro sería mayúsculo.
No sé qué me dice que no me va a hacer nadie mucho caso. Es más, dentro de cuatro días vamos a tener la misma Babel en el Congreso. Va quedando menos para que la visión apocalíptica de Vizcaíno Casas sea una delirante realidad.
Somos la monda lironda.
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