Lo cuenta hoy un articulista. En una ciudad de Andalucía un concejal lleva años conduciendo sin carné de conducir; ante la denuncia de la oposición, sus compañeros de partido han cerrado filas condenando al denunciador: "Se dedican única y exclusivamente -dicen- a enfangar la vida política de la ciudad con temas personales y de acoso", añadiendo que las denuncias "son un ejemplo más de la forma que tienen de crispar la vida social y política, no sólo a nivel provincial, sino también autonómico y nacional, dejando constar su falta de ideas y su carencia de proyecto sólido".
Nótese el parecido con los casos de conflicto entre libertad de expresión y creencias religiosas; si alguien denuncia al que insulta, es un censor, un cavernícola, un crispador, un intolerante, un inculto y una larga retahíla más de epítetos descalificantes. Lo que en nuestro Siglo de Oro consideraban ser cornudos y apaleados.
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