lunes, 7 de abril de 2008

Participación y complejidad

Acabo de leer El Presidente, el Papa y la Primera Ministra, de John O'Sullivan (ed. Gota a Gota. FAES), una reivindicación muy documentada del protagonismo de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II en el final -victorioso- de la Guerra Fría y el derrumbe del Muro y, con él, del Comunismo soviético -aún persisten el chino y el cubano, esperemos que por poco tiempo-.

Del libro he subrayado dos perlas. La primera es del famoso discurso de Margaret Thatcher en el Congreso Conservador de 1968, Whats wrong with politics, cuando sólo era una joven promesa:

"La manera de conseguir (...) la participación no es que la gente tome cada vez mayor parte en las decisiones del Gobierno, sino lograr que el Gobierno reduzca el área de decisiones que tiene a su cargo y, en consecuencia, permita participar al ciudadano (...) asumiendo más decisiones".

La segunda es de Ronald Reagan, en un debate sobre la guerra de Vietnam, también antes de llegar a presidente:

"El fetiche de la complejidad, la triquiñuela de hacer que resulte más difícil tomar las decisiones difíciles -en definitiva, el arte de justificar racionalmente el hecho de no tomar decisiones- ha conducido al fracaso a la política exterior americana".

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