Todo un señor catedrático de la Universidad de Sevilla se despacha hoy en un artículo de prensa con el ya cansino e infantil tema de la presunta incompatibilidad entre ciencia y religión. Pero lo más llamativo, para mí, es que lo hace partiendo de una premisa falsa.
Dice: “Si un milagro es un suceso extraordinario y maravilloso para el que el común de los mortales no tiene explicación, tendremos que concluir que los milagros los realizan hoy la ciencia y la tecnología”.
Pero resulta que, aparte de que los milagros son, normalmente, hechos sencillos y cotidianos, más bien deberíamos definirlos como “sucesos para los que la ciencia y la tecnología no tienen explicación”.
Es una lástima, porque de haber caído en la cuenta del error en su premisa, podría haberse y habernos ahorrado toda la puerilidad de su argumentación.
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