Creo que ya escribí sobre esto, sobre que mucha de esa gente a la que entrevistan en diarios y revistas manifiesta no arrepentirse de nada de su vida pasada. Con frecuencia, además, se trata de personas a las que el sol ya solo da en la espalda, incluso solo allí donde la espalda pierde su honesto nombre.
A esta larga lista de contumaces e irredentos se ha apuntado recientemente el mismísimo ministro de Fomento, José Blanco, al afirmar, acuciado por ciertas denuncias de corrupción, que es católico y, como tal, se examina todos los días y no encuentra nada de qué arrepentirse.
Examinarse es buena cosa, en mi opinión; pero si al hacerlo uno no halla motivo alguno de compunción, debería sospechar que no se examina bien, al menos vista mi experiencia personal y la de otros muchos en estas lides. Es la impresión que me da el inmaculado resultado del examen del señor ministro, tan blanco como su apellido.
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