Estamos vigilados, cámaras de tráfico en las calles, cámaras de vigilancia en los comercios y en los edificios públicos, y ahora cámaras en los taxis. Por si fuera poco, hay gente que pone cámaras conectadas a los ordenadores para mostrarse al mundo.
Estamos locos.
Me declaro objetor de conciencia de videovigilancia: no quiero que me graben sin mi permiso, me espíen, me vigilen. No quiero salir a la calle y que personas que no conozco vean y archiven a dónde voy, en qué sitios entro o de qué sitios salgo, cómo voy vestido o si me hurgo la nariz.
Por lo pronto voy a empezar con los taxis; no cojo muchos, pero sí alguno de vez en cuando. A partir de ahora preguntaré primero si lleva cámara, y si se da el caso, buscaré otro.
¿Cámaras? No gracias.
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