sábado, 3 de septiembre de 2005

Distingos y escamoteos

Ya sé que es un poco tarde para hablar de esto; pero es que hay tanto papel que uno acaba leyendo infinidad de tonterías. Por ejemplo, hoy mismo, el suplemento Babelia, de El País (tolle, tolle) recoge en titulares: "Ser humano implica ser multicultural"; lo ha dicho un tal Hanif Kureishi, escritor británico de padre paquistaní. Otro ejemplo, el suplemento cultural de ABC, hoy también, cita: "Para componer, se requiere una sorpresa interior"; frase a cargo de un tal Karlheinz Stockhausen, compositor alemán.
Pues eso, uno escoge una experiencia personal, la absolutiza y ¡ala! a vivir, que son dos días.
Pero a lo que iba; la moda informativa de la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia ha consistido en comparar a JPII con B16: que si uno es polaco y el otro alemán, que si uno es deportista y el otro toca el piano, que si uno es más pastoral y el otro más intelectual, etc. Vamos, la típica vacuidad que lo mismo sirve para diferenciar en dos toda la humanidad: los que se levantan por la mañana dormidos y los que se levantan llenos de engría, los que degustan el ketchup y los que lo odian (yo odio el ketchup), etc.
Pero el colmo es esa distinción dicha y escrita hasta la saciedad, entre un "Papa de los gestos" (JPII) y un "Papa de la palabra" (B16). ¿Acaso la visita de B16 a la sinagoga de Colonia no fue un gesto? ¿No fue un gesto reunirse con los musulmanes? ¿O navegar por el Rin, o...? Y ¿quién puede decir que JPII no fue un Papa de la palabra? Miles, millones de palabras empleó el primer Papa polaco para llevar hasta el último rincón la única PALABRA.
Lo siento por los amigos de las novedades y de las explicaciones incoloras, inodoras (con perdón) e insípidas. Los dos Papas son lo mismo, el Vicario de Cristo en la Tierra, y su mensaje es el mismo, la Verdad revelada por Dios en Cristo; y toda esa marea de distingos sólo sirve para ocultar el mensaje, y escamoteárnoslo.
Ya lo dije.

1 comentario:

  1. Gracias. Los periódicos están trufados de vaciedad, es para vomitar. Pero peor es cuando no son futildades sino estupideces ofensivas, cerriles y dañinas: me ponen tan enfermo que prefiero no glosarlas, para ver si pasando se me pasa.

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