Admiro a Bernard Kouchner, ex ministro socialista francés con Miterrand, desde que propuso la doctrina de la injerencia humanitaria para permitir que la comunidad internacional interviniera en Bosnia.
Más le admiré cuando propuso la doctrina de la injerencia ética para que la comunidad internacional pudiera impedir que aquel estúpido científico italiano, o cualquier chalado pudiera clonar humanos en cualquier parte del mundo, frente a los agoreros del "lo que pueda hacerse se hará, es imposible evitarlo".
Algo debe tener este tipo cuando Sarkozy lo ha elegido como ministro en su nuevo gabinete, algo cuando ha aceptado.
Y algo -malo, sectario- debe anidar en el partido socialista francés cuando, en lugar de alegrarse, lo ha expulsado de su partido.
¿Une manière?
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