Han resucitado las momias del desfasado, anacrónico y, por qué no decirlo, hereje espíritu del concilio, después del invierno al que se han visto abocadas por el luminoso y firme pontificado de Juan Pablo II. Los temas son ya añejos: democracia interna, papel de la mujer, opción preferencial por los pobres, libertad de opinión y de cátedra y moral sexual. Todas esas cosas dejó bien orientadas el concilio Vaticano II y bien asentadas el magisterio del Papa recién fallecido: hay más que hablar, desde luego; pero no hay nada que cambiar, es lo que hay, e incluso nos va bien así, y si no, basta con echar un vistazo a las iglesias protestantes y ver cómo les va...
Siempre habrá pobres entre nosotros. ¿También pesados?
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