El pionero de la clonación terapéutica, Hwang Woo-suck, dimite envuelto en el escándalo por infringir normas éticas.
Pero resulta que la falta de ética no se debe a haber creado 30 embriones -seres humanos- clónicos, condenados a morir en aras del avance científico. No.
La falta de ética consiste, al parecer, en que dos óvulos eran de colaboradoras del equipo y que se pagó a las donantes de los otros 242 óvulos utilizados.
Pues qué bien, oye.
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