Existía antes del esprai, una especie de grafiti de pobres, el que se hacía sobre las corrocerías de los coches cubiertos de polvo, los clásicos "lávalo, que no encoge" y "tonto el que lo lea".
En el garaje de mi bloque hay uno de estos, un coche rojo cubierto de mugre, sede silente de un par de perlas que denotan un vecindario con sentido del humor y trascendente de la vida.
Vean:
"Ten fe, lloverá".
"Dios hace milagros; pero no lava coches".
Siempre hay algo que reconcilia con el género humano.
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