Ya me dirán ustedes si no es para estar perplejo. El candidato socialista al ayuntamiento de mi ciudad de acogida ha declarado solemnemente sus prioridades para el caso de llegar a alcalde: crear empleo y luchar por la igualdad.
Me pregunto: ¿dónde queda la ciudad?
Porque parecía que la misión de un alcalde es la mejora de su ciudad. Para el empleo y la igualdad están -y sobran- ministerios y consejerías de los gobiernos centrales y autonómicos, con toda su pléyade de organismos, entes públicos, institutos y demás parafernalia.
El principio de subsidiariedad, que pone orden en las funciones de cada cual, respeta la libertad de todos, gana en eficacia y ahorra recursos, exige que las entidades superiores no sustituyan a las inferiores; pero también que las inferiores no se arroguen funciones que no les corresponden, olvidándose de las suyas propias.
Hay presuntos alcaldes que quieren ser pequeños primeros ministros.
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