¿Será verdad -no creo, no creo- que en el mundo no hay hombres sino vientres?
Así se expresaba un santo -de los de altar, de los buenos- no hace mucho. Me voy a permitir parafrasearle y preguntarme: ¿Será verdad que en España no hay políticos, sino estómagos agradecidos?
Estos días hemos padecido el ¿Debate? sobre el Estado de la Nación. Mucho se ha hablado de si ganó Rajoy o ZP. Pero en ningún lugar he leído, visto u oído (soy débil, qué quieren que les diga, me gusta el automaltrato) nada a propósito de un momento que me pareció clave en el Debate. Cuando ZP se subió a la tribuna y le dijo a Rajoy que el PP cambiaba mucho de opinión: que se opuso al divorcio, y que tragó; que se opuso al aborto, y siguió tragando, y que ahora se había opuesto (sin mucha convicción, por cierto) al matrimonio gay, pero que tragaría. Rajoy no respondió. Quizá vio peligrar la ración de percebes de los domingos (yo no sé comérmelos, porque nunca los probé). Si ahora en un calentón se puede romper un matrimonio (con el divorcio exprés, si el calentón dura un mes, ya no hay remedio), si ahora se puede matar a alguien sin pedirle opinión, si ahora se llama matrimonio a una unión que incluso etimológicamente no puede serlo... Rajoy calló, y cayó. No sé si se levantará, o si será capaz de una puñetera vez de actuar en consecuencia con su fe (a los católicos, la fe se nos supone, como el valor a los toreros). Lo que sí digo es que se me quitan las ganas de votar.
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