Yo suprimiría la ONU, y pronto. Pero no voy a hablar de esto, ni del papelón que está haciendo la ONU en Georgia, por ejemplo.
No, hoy voy a hablar de la ONU; pero en otra cuestión. Leo en la prensa de esta mañana: “La ONU admite que cascos azules indios cometieron abusos sexuales y otra serie de delitos durante la misión de paz en la República Democrática de Congo”.
Con desgraciada frecuencia aparecen breves de prensa con noticas de este tenor; las “misiones de paz” de la ONU están salpicadas de crímenes. Pero nunca saltan a las portadas, nunca provocan campañas contra la ONU, nunca se pide a los dirigentes de la organización o de las misiones de responsabilidad alguna, nunca se demandan indemnizaciones multimillonarias. Se prometen investigaciones y castigo a los culpables, y aquí no ha pasado nada.
Aquí no ha pasado nada, porque, como bien dice Yves Sorokobi, portavoz de la ONU, “el mal comportamiento de unos pocos no puede empañar la enorme contribución y sacrificio de los cascos azules”.
¿Por qué no se trata con igual ecuanimidad –no me atrevo a pedir igual indulgencia- a otras instituciones?
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