Que la embriaguez sea un atenuante en caso de delito tiene su lógica, pues uno no es muy dueño de sí mismo cuando anda bajo los efectos del alcohol, como le sucedió al ciudadano que se negó a hacer el test de alcoholemia y armó la parda con los guardias.
Sin embargo, también tendría su lógica que fuera un agravante, o que al menos se contemplara como segundo delito –conducir bebido-, que sumar al primero –resistir a la autoridad-.
Es una bonita cuestión de lógicas encontradas que causa perplejidad…, salvo que se conozca bien la técnica jurídica.
Primero, el delito está tipificado (no es moral, aunque entrañe moralidad), y funciona según el tipo, no según la lógica (aunque entraña una lógica). Segundo, se puede distinguir entre embriaguez inocente (causada por otro en contra de la propia voluntad), simple (uno se emborracha y luego delinque, sin relación causa-efecto) y para delinquir (el que bebe para tener el arrojo necesario para cometer el delito).
En fin, ya perdonarán ustedes; pero he dejado esta mañana de vivir entre sábanas para morar entre matices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario