Ramón Pi-La Gaceta de los Negocios-04-05-2005
LA Confederación Católica de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa) se está planteando cómo hacer para evitar que sus hijos acudan a las clases de formación del espíritu ciudadano, o como se llame esta materia “transversal”. Su portavoz ha dicho que no están dispuestos a renunciar a enseñarles lo que está bien y lo que está mal; y ha añadido algo así como que los que han organizado la asignatura que se la enseñen a sus propios hijos, y que dejen en paz a los demás. Cuento esto de oído, pero creo no traicionar en absoluto el pensamiento del portavoz de la Concapa en este asunto.
Era previsible una reacción así a partir del momento en que este Gobierno se ha mostrado beligerante y agresivo contra principios, valores y símbolos que millones de familias católicas tienen por muy importantes, no sólo para la educación de los niños, sino para su vida entera. La invasión de moralina barata y torpe que nos azota con este Gobierno no sólo es empalagosa hasta la náusea, sino que puede ser muy peligrosa, porque estos gobernantes pseudo-predicadores tienen la cabeza a componer, que dicen los castizos. Y como todavía queda gente que no quiere andar con juegos con las cosas de comer, pues se rebela y trata de escaparse de esta infección de tontería estúpida, cuando no de odio declarado a lo sagrado.
Alguien tendría que advertir a Rodríguez del riesgo que corre de convertirse en una reedición, en barato, de los perseguidores de cristianos en los primeros siglos del cristianismo. Un periódico de Cataluña amenazaba en su primera página hace unos días: “El funcionario que se niegue a celebrar bodas gays delinquirá”. Caramba. Como con lo de negarse a ofrecer incienso a los ídolos.
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